La pobreza es un problema que ha existido siempre.
Cotidianamente encontramos en los medios de comunicación noticias
sobre la evolución de la pobreza monetaria brindándole más importancia que la
pobreza psíquica. Para conocer más sobre esto podemos interesarnos en la psicología de
la pobreza.
Una de las principales ideas es que existe una relación directa entre
vivir en extrema pobreza y la presencia de ciertas características
psicológicas. Estas características son
el locus de control, autoeficacia, indefensión aprendida, la angustia, la motivación, resiliencia, disfunciones en
distintas áreas, entre otros.
Esto lleva a reflexionar que probablemente algunas personas
pobres no perciben en ellos mayores recursos psicológicos considerados también
potencialidades cognitivas y afectivas y que si existen diferencias entre los
recursos que perciben las personas pobres y las personas que tienen más
recursos económicos.
Se puede considerar
como crónico cuando estas características
psicológicas que mantienen a las personas en esta situación son transmitidas
de familia en familia teniendo un efecto principalmente en los niños que crecen
en todo este entorno.
Estos pobres “crónicos” poseen autoderrotismo,
estrategia de superviviencia, aceptan su destino y presentan mucha impotencia,
no tendrían ambiciones realistas, no planifican, ademas de mostrar
vulnerabilidad a nivel comunitario, social e intrafamiliar.
En Perú, existen diversos proyectos para combatir la
pobreza, por ejemplo se creó un programa el cual consideró como tema
central el desarrollo de capacidades de micro y
pequeños productores en negocios de Industrias Creativas lo que los ayudó a
una mayor generación de ingresos, además el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS) se
ha comprometido a mejorar sus programas sociales especialmente los que están dirigidos a la mejora de ingresos económicos con indicadores de metas y
tiempo; estos sin duda generaran consecuencias positivas en las poblaciones con
pobreza.
Pero se debe trabajar también en lo profundo, en la dimensión
psicológica que se conoce al interactuar con las personas y analizar sus
comportamientos. La intervención podría centrarse en motivar a las personas pobres a participar y organizarse
para promover cambios en sus comunidades, dejando de lado sus problemas y
debilidades, identificando lideres o promotores comunitarios para que brinden
apoyo a aquellas personas que aún no desarrollan más sus recursos psicológicos;
esto genera el desarrollo e identificación de capacidades y habilidades
personales dejando de lado el pensamiento de vivir para sobrevivir sino vivir
para tener una mejor calidad de vida y estar satisfecho consigo mismo, también
las personas pobres pueden incrementar las experiencias positivas a través de
adecuadas redes de apoyo social, reconociendo que contribuye al grupo al que
pertenece y es importante para este.
El trabajo se debe centrar en el desarrollo de la capacidad de autogestión y
trabajo tomando conciencia de que no solo debe trabajar para conseguir un poco
de dinero sino que debe trabajar para poder lograr más objetivos. Ademas, se
pueden implementar talleres psicoeducativos para padres para que corrijan
algunas conductas y pensamientos que transmiten a sus hijos, fortaleciendo sus
recursos emocionales.

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